En sus marcas
¿Recuerdan los aniversarios del colegio? Yo sí, casi como si hubiera sido ayer, pero la verdad, el último aniversario que tuve fue el 2004 . Ese tipo de eventos que se celebran en los colegios, además de ser una excelente excusa para perder clases y practicar coreografías, que en mis tiempos eran los videos de Britney Spears los que imitábamos, a propósito de las cosas que en algún momento dijimos que jamás haríamos en público, más allá de la audiencia estudiantil.
Esa maravillosa semana -que si además caía en septiembre o noviembre era aún mejor, con buen tiempo, primavera- te dedicabas prácticamente a perder clases: “profe, es que tengo ensayo”, “hay reunión para hacer la ‘misión imposible’…” “profe tenemos que pasar por curso pidiendo la cuota”. Si de perder clases se trataba en semana de aniversario, había quinientas excusas que inventar.
Pero la parte más entretenida no era precisamente la de perder clases. Sino la elección de las ALIANZAS. Era apelar a la suerte, cruzando los dedos para que te tocara con el curso donde estaban los más simpáticos, los que mejores te caían…. NO. Siempre, siempre queríamos que nos tocara el curso donde estaban los más guapos. Obvio.
Independiente de que corrieras con esa suerte o no, comenzaba una carrera de largo aliento donde debías unirte y trabajar codo a codo con los alumnos de cursos más grandes o más chicos, simpáticos o desagradables. Y esa carrera era a muerte. Por suerte, duraba solo una semana y todo culminaba con una entretenida fiesta de aniversario y ese escenario da para harto más que para una sola columna.
Los nuevos amigos y enemigos, las anécdotas, las fotografías, amores de aniversario, las fiestas, incluso los reyes del aniversario del colegio y todos esos recuerdos se guardan para siempre. Son los recuerdos de la adolescencia que valen la pena atesorar.
Ahora, viajemos al 2012, muchos ya estamos trabajando y convengamos que el ambiente laboral es diferente al colegial. Pero, cuando de actividades se trata, no está tan alejado de la adolescencia, y cuando la empresa está de aniversario la emoción de la elección de las alianzas es la misma. ¿Me tocará con el colega que cada vez que puedo lo miro de reojo con cara de travesura? Hey, no se hagan, a tod@s les ha pasado. ¿Tendré que jugar a la pelota con el que parece tener dos pies izquierdos? Sí… Independiente de cuáles sean nuestras capacidades, a todos se nos han pasado esas ideas por la cabeza.
Entonces comienza el aniversario, las actividades y pareciera que la oficina vive bajo otra bruma. Caras más alegres y ansiosas de que su alianza sea la ganadora, todos queremos eso, ¿verdad? Pero es ahí donde está mi duda: hacer todo por ganar y cuando estamos en confianza, PEOR.
Trampillas locas en la gymkana, manos en el fútbol y zancadillas inocentes en la carrera de 3 pies. Esas técnicas se veían antes, se supone, cuando estábamos en el colegio. Pues yo creo que cada día que pasa nos ponemos más competitivos.
Estuve en Iquique, en las olimpiadas de la amistad que ellos mismos crearon años atrás. Se concentraron en Iquique los trabajadores de la zona norte del banco y se dividieron en 3 alianzas: Amarilla, Verde y Naranja. Comenzaron las actividades un día viernes en la noche, con una cena y una fiesta posterior. Al día siguiente en la mañana, y aprovechando el mar que no tan tranquilo nos baña, se realizaron las actividades en la playa Cavancha. Gymankana, baby fútbol y misiones imposibles eran algunas de las competencias. Yo debía estar como alentadora de la alianza Naranja y es en esos momentos, cuando competimos bajo un mismo color cuando da exactamente lo mismo cómo lleguemos a la meta, el tema es llegar y esa competencia se transforma en trabajo en equipo y sin trampillas clásicas, o si hubo ni me di cuenta.
Normalmente, y volviendo al ejemplo del colegio, con las alianzas y las competencias se genera una confrontación, pero que la justifico porque es parte de la etapa y la edad que en ese momento vivimos. Se entiende y es hasta entretenido, al lunes siguiente se liman asperezas y no trascienden en el tiempo.
Ahí está la diferencia, la madurez con la que enfrentamos esas actividades y lo que nos queda después de dicho evento: relaciones más estrechas con nuestros pares o jefes. Particularmente me llamó la atención el trabajo que hicieron en estas olimpiadas de la amistad del Banco, ni se conocían y aún así hicieron hasta lo imposible por pasarlo bien y fortalecer los lazos. Se disfrazaron, cantaron, compitieron, algunos incluso se lesionaron, pero valió la pena: se cumplieron los objetivos y el evento fue un éxito. Quién sabe, ahora tu jefe puede ser tu amig@, mejor amig@ o algo más que eso... ¡Uhuhuh, al que le quede el sombrero..!
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